Sin querer se nos ha ido otro año y aquí estoy escribiendo otro post más de navidad, los que me conocen saben perfectamente que este tipo de fechas no son de mi total agrado, no es que la odie al grado de querer golpear al panzón disfrazado de rojo que hay en cada esquina, al menos no todavía, mas bien me caga el hecho de que seamos parte del plan de mercadotecnia que existe tan fuerte para estas fechas, los centros comerciales están abarrotados y toda la gente comprando a lo pendejo (¿y la crisis?), además si tu no regalas no solo eres el Grinch de la navidad sino que también eres catalogado como tacaño. Al final no queda mas remedio de ir junto con todos los “borreguitos” y tener que unirte a la fiesta del despilfarro.
Una vez asimilado el hecho de que no quieres ser el tacaño de la familia viene el proceso mas tedioso que es el de buscar los regalos. No hay nada peor que no tener ni idea de que regalar, es frustrante buscar el regalo adecuado para cada miembro de tu familia y de amigos, al final del día, después de recorrer mil veces el centro comercial, llegas a casa sin haber comprado nada, con los pies hinchados, dolor de cabeza y tarareando la maldita canción navideña que no dejaba de repetir en cada una de las tiendas…
Pero bueno que le vamos a hacer, aquí estamos otra vez con mi casa llena de chingaderitas navideñas, una imitación de árbol de navidad y un montón de regalitos debajo. Es que la navidad no me gusta pero es imposible ir contra la corriente, así que no me queda mas que de nuevo desearles una Feliz Navidad a todos, pero mas allá de una feliz navidad desearles que sean felices siempre… reciba un fuerte abrazo y un beso (con agarrón de nalga) de mi parte en donde quiera que estén...





Sábado al medio día, cuarenta grados a la sombra, sudor, sed, mucha sed, dolor de cabeza, resaca, nada que ver en la tele, pocas ganas de navegar por internet, ansiedad, me recuesto en el sofá, el calor me asfixia y no me deja dormir; me levanto y el aire caliente me hace sudar más.


Mientras crecemos nos vamos encontrando con objetos que se vuelven parte de nuestra vida, algunos simplemente los valoramos por ser el regalo de un ser querido, otros porque nos gustan y nos hacen sentir bien, la mayoría de estos objetos que apreciamos tanto no tienen un valor autentico, más bien su valor va mas allá de lo monetario, su valor es marcado según los recuerdos que nos vuelven a la mente, según el lugar a donde nos transporte y las personas que nos haga recordar, esas cosas tienen un verdadero valor, un valor que no se puede medir y por tanto no se puede comprar ni mucho menos vender.